Samantha - sobreviviente de neuroblastoma

Se acercaba la navidad de 1995. A medida que la familia se preparaba para las fiestas, comenzamos a observar que Samantha estaba un poco pálida, se estaba volviendo muy irritable y comenzaba a inclinarse hacia un lado. La llevamos al consultorio del médico pero no le encontraron nada malo. Nos dijeron que Samantha se sentía más cómoda de ese lado y que no nos preocupáramos.

Varias semanas después, los síntomas comenzaron a empeorar. En el espacio de dos semanas, acudimos dos veces a la Sala de emergencias. El diagnóstico fue "acumulación de heces secas". Nos indicaron que le diéramos laxantes a Samantha.

En su primer cumpleaños, notamos un cambio radical en ella. Estaba en su silla de comer y le acabábanos de dar una porción grande de su pastel de cumpleaños. Lloraba y se inclinaba hacia la derecha. La alzamos y la cargamos hasta que se calmó y todo parecía bastante normal, salvo que constantemente se movía para tratar de ponerse cómoda.

Algunos días después, mientras estaba recostada en el suelo, Samantha comenzó a llorar. Primero pensamos que quería que la cargaran, pero su abuela observó algo más. La abuela alzó a Samantha y nos exigió que consultáramos a otro médico para saber qué le estaba pasando, porque algo andaba mal. Once días antes de esto, Samantha había tenido el examen médico que le tocaba al cumplir su primer año y le dieron un "certificado de buena salud".

A la mañana siguiente, llevamos a Samantha al consultorio médico y la examinó un pediatra diferente. Le tomaron muestras de sangre; el doctor examinó cuidadosamente a Samantha y encontró un tumor grande en el cuadrante inferior derecho del estómago. De inmediato, se nos indicó llevar a Samantha a radiología, donde le hicieron una ecografía y se aisló el tumor. Media hora después estábamos camino al hospital Shands de la Universidad de Florida.

Nos permitieron ingresar de inmediato. No puedo comenzar a contarles lo eficientes que parecían ser las cosas. La cama de Samantha estaba lista; había un soporte para suero con vías IV que colgaban de cada gancho. Bolsas, batas, sábanas, todo estaba en su lugar. Le hicieron los análisis casi tan pronto como llegamos y nos dieron el diagnóstico. Samantha tenía un cáncer neuroblastoma en el estadio IV y le dieron 30% de probabilidades de sobrevivir.

Desde ese momento en adelante, se llevaron a cabo reuniones, se seleccionó un protocolo y Samantha comenzó a recibir tratamiento. El protocolo de Samantha requería quimioterapia, tratamientos con radiación y cirugía. Los tratamientos duraron casi un año. La quimioterapia y la radiación funcionaron y encogieron el tumor, de manera que el 5 de julio de 1996 (nuestro día de la independencia) se extirpó el tumor mediante un procedimiento quirúrgico que duró 9 horas. El 11 y 12 de septiembre, Samantha recibió un transplante de médula ósea que resultó ser lo que le salvó la vida. Durante el transplante, Samantha casi muere en dos ocasiones diferentes. En un momento, casi entró en estado de "coma" y creímos que probablemente no se recuperaría. Pero, por la gracia de Dios ella se recuperó y, desde entonces, la velocidad a la que mejoraba fue considerada por algunas personas como "milagrosa".

El 31 de octubre de 1996, Samantha fue dada de alta del hospital y comenzó a hacer visitas mensuales a la clínica de cáncer para controles y análisis de orina. Durante estas visitas, el Dr. Magheed no dejó de preguntarnos acerca del habla de Samantha. En marzo de 1997 tuvimos nuestra primera cita para examinar su audición. Entonces, descubrimos que su capacidad de audición había resultado gravemente afectada.

Nos dijeron que había sido el fármaco de quimioterapia llamado Cytoxin lo que causó el daño. Creemos que la alta dosis en la unidad de transplante de médula (BMTU) fue lo que terminó de dañar por completo su capacidad de audición y le quitó la que le quedaba hasta ese momento. Se suponía que le iban a examinar periódicamente la audición durante su estadía en el hospital. Lamentablemente, era muy pequeña y estaba muy enferma como para hacerlo. Si nos detenemos a pensarlo, había que elegir entre su audición o ella. No habría podido superar el cáncer sin el Cytoxin.

Nos explicaron que con la edad la audición empeoraría y que, con el tiempo, lo más probable era que disminuyera. Pensamos que sucedería a los 17 ó 18 años, no a los 4. Su audición continuó empeorando hasta que ni siquiera los audífonos podían ayudarla. Finalmente, en septiembre de 2000 se decidió que necesitaba un implante coclear.

Samantha se sometió a la cirugía el 8 de febrero de 2002 y el dispositivo coclear se activó el 18 de marzo de 2002.

Su audición ha mejorado 1000%. En lugar de golpear una pared o dar una patada en el suelo para captar su atención, sencillamente la llamo por su nombre en un tono de voz normal y ella me oye. Puede oír el maullido de un gato y el ladrido de un perro. Puede oír cuando tocan la puerta y el ruido que hace la secadora. Por primera vez puede oír la "S" de su nombre. Puede escuchar música y el sonido de una Harley. Y ella les dirá que puede oír a los ángeles.

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