La terapia dirigida es el resultado de aproximadamente 100 años de investigación dedicada a comprender las diferencias entre las células cancerosas y las células normales. En la actualidad, el tratamiento del cáncer se ha centrado principalmente en destruir las células que se dividen rápidamente, al ser ésta una característica de las células cancerosas. Desafortunadamente, algunas de nuestras células normales también se dividen rápidamente; por lo que se producen múltiples efectos secundarios.
La terapia dirigida se basa en la identificación de otras características de las células cancerosas. Los científicos buscan diferencias específicas entre las células cancerosas y las células normales. Esta información se utiliza para crear una terapia dirigida que ataque las células cancerosas sin dañar las células normales, de manera que se produzcan menos efectos secundarios. Cada tipo de terapia dirigida funciona de manera un tanto diferente, pero todas interfieren con la capacidad de las células cancerosas para crecer, dividirse, repararse y/o comunicarse con otras células. Los tipos modernos de terapia dirigida incluyen el uso de anticuerpos monoclonales y fármacos antiangiogénicos, los cuales se describen aquí con más detenimiento.
Los diferentes tipos de terapias dirigidas se definen en tres amplias categorías. Algunas terapias dirigidas se centran en los componentes internos y el funcionamiento de la célula cancerosa. Las terapias dirigidas utilizan pequeñas moléculas que pueden introducirse en la célula e afectar su funcionamiento, provocando su muerte. Hay varios tipos de terapias dirigidas que se centran en la partes internas de las células. Otras terapias dirigidas están destinadas a los receptores que se encuentran en el exterior de la célula. Las terapias dirigidas a los receptores también se conocen como anticuerpos monoclonales. Los fármacos antiangiogénicos se centran en los vasos sanguíneos que suministran oxígeno a las células, provocando finalmente que las células carezcan de nutrición.
Los investigadores están de acuerdo en que las terapias dirigidas no reemplazan a las terapias tradicionales. Las terapias dirigidas que incluyen la producción de componentes, como los anticuerpos monoclonales o los fármacos antiangiogénicos, son las que mejor pueden aprovecharse en el corto plazo, combinadas con terapias tradicionales. Se requiere más investigación para identificar qué tipos de cáncer pueden tratarse mejor con terapias dirigidas, como los anticuerpos monoclonales o los fármacos antiangiogénicos, y para identificar objetivos adicionales para más tipos de cáncer.
Terapias dirigidas contra el cáncer
Utilización de anticuerpos monoclonales como terapia dirigida
Los anticuerpos monoclonales son un tipo relativamente nuevo de terapia "dirigida"
para el cáncer. Los anticuerpos son parte del sistema inmunitario. Normalmente,
el cuerpo crea anticuerpos en respuesta a un antígeno (como, por ejemplo, una proteína
en un microbio) que ingresa en el cuerpo. Los anticuerpos se unen al antígeno
para marcarlo con el fin de que el sistema inmunitario del cuerpo lo destruya. En
el laboratorio, los científicos analizan antígenos específicos de la superficie
de células cancerosas (diana) para determinar una proteína que corresponda al antígeno. Luego,
utilizando proteínas de animales y humanos, los científicos trabajan para crear
un anticuerpo especial que se adhiera al antígeno diana. Un anticuerpo se adherirá
al antígeno que le corresponda de la misma manera que una llave encaja en su cerradura. Esta
tecnología permite dirigir el tratamiento hacia células específicas, causando una
menor toxicidad para las células sanas. La terapia con anticuerpos monoclonales
puede usarse sólo en tipos de cáncer cuyos antígenos (y sus respectivos anticuerpos)
hayan sido identificados. Los siguientes son anticuerpos monoclonales:
Antiangiogénesis (inhibidores de la angiogénesis)
La antiangiogénesis consiste en interrumpir la formación de nuevos vasos sanguíneos. Un
poco de información general sobre la angiogénesis ayudará a comprender su funcionamiento.
En el tejido normal, se forman nuevos vasos sanguíneos durante el crecimiento y la reparación tisular (es decir, la cicatrización de una herida), así como durante el desarrollo de un bebé durante el embarazo. Los vasos sanguíneos transportan al tejido el oxígeno y los nutrientes necesarios para el crecimiento y la supervivencia. En el cáncer, los tumores necesitan los vasos sanguíneos para poder crecer y propagarse. Por medio de un proceso complejo, las células endoteliales (que recubren los vasos sanguíneos) pueden dividirse y crecer, y crear nuevos vasos sanguíneos. Este proceso se llama angiogénesis y tiene lugar tanto en el tejido sano como en el canceroso.
Existen sustancias conocidas que estimulan la angiogénesis, o que la detienen o inhiben. Desde 1971, Judah Folkman, un cirujano de Massachussets, ha estado investigando estas sustancias. Su teoría es que si se pudiera detener el desarrollo de nuevos vasos sanguíneos, un tumor no podría crecer ni propagarse. El cáncer finalmente moriría por falta de nutrición. Desde entonces, los científicos se han dedicado a estudiar la producción de sustancias naturales y sintéticas (hechas por el hombre) llamadas agentes antiangiogénicos o inhibidores de la angiogénesis. En estudios en animales, estos inhibidores de la angiogénesis han detenido con éxito la formación de nuevos vasos sanguíneos, haciendo que el cáncer encogiera y muriera.
Es demasiado pronto para saber si estos inhibidores de la angiogénesis serán efectivos en la terapia anticancerosa en humanos. En la actualidad, hay más de 20 compuestos que están siendo probados en ensayos clínicos para una variedad de cánceres. Algunos de estos inhibidores de la angiogénesis están comercialmente disponibles, ya que fueron aprobados por la Administración de Fármacos y Alimentos de los Estados Unidos (FDA, por sus siglas en inglés) para otros usos. Se cree que fármacos como el interferón alfa y la talidomida tienen la capacidad de inhibir la angiogénesis y están siendo estudiados en tipos específicos de cáncer. Otros fármacos antiangiogénicos son nuevos, no han sido aprobados por la FDA y sólo se los puede administrar en situaciones de ensayo clínico; principalmente en casos de enfermedad avanzada. Los investigadores están trabajando para conocer la seguridad y eficacia de estos medicamentos.
Se espera que los inhibidores de la angiogénesis tengan menor toxicidad, ya que afectarían únicamente el desarrollo de nuevos vasos sanguíneos. Sin embargo, debido a que estos medicamentos se administran sistémicamente (son absorbidos por todo el cuerpo), es probable que tengan efectos secundarios inesperados. Además, es muy pronto para saber si la antiangiogénesis dañará los vasos sanguíneos sanos que puedan ser necesarios en otras partes del cuerpo. Los beneficios y riesgos de los fármacos antiangiogénicos se determinarán por medio de ensayos clínicos que se lleven a cabo en los próximos años.
El uso (y perfeccionamiento) de los sistemas y procesos naturales del cuerpo para ayudar en el tratamiento del cáncer está íntimamente relacionado con el tema de la inmunoterapia y el sistema inmunitario en general.
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